Mi abuelo pocas veces hacía un regalo. Si acaso, te daba las monedas o el billete (siempre pequeño) que llevaba en el bolsillo de la camisa. Hablaba mucho y le encantaba contar “acertijones”. Se daba largos paseos con su sombrero y su bastón de madera. Cuando le preguntaba si me quería, me respondía “cómo te voy a queré? Si eres mú fea!” y se partía de risa.
El recuerdo que quiero compartir es este: Acababan de salir al mercado unas muñecas cabezonas, las Bratz, y yo estaba empeñada en que quería una. Se lo repetía mucho a mi abuelo, pero creía que no me hacía caso. Hasta lo llevé varias veces a la tienda para enseñárselas! Un día, sin venir a cuento, mi abuelo fue a la tienda a comprarla y me la llevó al patio del recreo. Fue increíble! No abrí la muñeca hasta llegar a casa, no quería hacerle ningún rasguño y la guardé y cuidé como un tesoro. A mi abuelo le costaba decir que nos quería, rara vez lo hacía, pero desde luego que lo hacía. Y yo a él más.

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