Siempre me ha contado mi madre que los abrazos se inventaron para que las personas sepan que las amas sin la necesidad de pronunciar palabra alguna. Es una realidad latente, por lo menos en mi caso. Cuando peor me encontraba o lloraba, mi madre se acercaba y me abrazaba eternamente haciendo que mis ojos se cerraran y de ellos sólo pudieran caer alguna que otra gota de sufrimiento, calmando, en unos segundos, mi alma y mi corazón. Eran abrazos, sanadores, curativos. Me hechizaban y volvía la cordura a mi mente. Un abrazo a destiempo seguido de un beso en el pelo y un: Todo pasa, hijo mío. Me reconfortaba, de tal manera que mis hipos y mis quejidos se solapaban con la nana que seguía cantando mi madre mientras continuaban abrazándome y el mundo no podía tocarme con su maldad.
Todo lo malo desaparecía de mi menudo cuerpo mientras la sonata del amor seguía su curso y mi madre seguía meciendo a su pequeño hijo…
Voy aprendiendo que el mejor regalo que alguien te puede hacer es dedicarte tiem

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *