Recuerdo con cariño la noche de Reyes cuando tus padres te decían que debías irte a dormir pronto y tú lo hacías porque sabías que por la mañana, el comedor estaría lleno de cajas bonitamente envueltas en papeles de colores y algunas de ellas tendrían tu nombre. ¡¡Qué increíble ilusión y que bonita la inocencia!! Año tras año esperabas aquel momento mágico. También recuerdo muy claramente cuando en el colegio un niño algo mayor que yo me dijo quienes eran los Reyes y al volver a casa y preguntar, mis padres seguramente atendiendo a la cruda realidad de que uno se iba haciendo mayor y ya no aguantaría un año mas, así me lo confirmaron. ¡¡Qué tristeza!! Siempre he considerado ese momento como el adiós a la infancia más entrañable, la despedida de la ilusión y la inocencia y la bienvenida al mundo real del que ya jamás escaparemos…

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