Cuando era pequeña y vivía en una casa con jardín y huerto, rodeada de praderas en mi pueblo, la Seu d’Urgell (Lérida), mi madre que sufrió la enfermedad de Alzheimer en su vejez, le gustaba mucho tomar el sol de invierno después de comer.
Un día estaba hablando con ella, y mi sombra le tapaba el sol, y ella no lo podía recibir, entonces me dijo: «Carme, no me quites lo que no me puedes dar».
Y era verdad, yo no podía obsequiarla con los maravillosos rayos del sol de invierno que son tan agradables y benericiosos.
Fue una gran lección para mi.

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